Bien, anoche tuve un sueño, y durante toda la mañana estuve dándole vueltas al tema de hacerlo una especie de minirrelato, y finalmente por la tarde me decidí a hacerlo. Modifiqué algunas cosas y me enrollé un poco en el principio, y el resultado está a continuación. Aviso que es algo largo, unas 4 páginas de Word, así que sois libres de leerlo o no. Es un relato piloto, como el primer episodio de las series para comprobar si gusta a los espectadores. Si resulta que gusta este relato, quizás me anime a convertirlo en historia. Es la primera vez que hago esto, yo solo, tras muchos años de inactividad (sin contar los roles por foros), así que no seáis muy duros con las críticas jajaja Pero acepto cualquier crítica. De lo contrario, no lo habría publicado aquí. Espero que os guste. (Dale a "leer más" para acceder al relato)
INCOMPRENDIDOS. INVISIBLES. EN PELIGRO
Habíamos
pasado una buena noche y ahora cenábamos en una hamburguesería para rematar la
quedada. Sentados en una mesa redonda, paseaba mi mirada de uno a otro de mis
amigos mientras ellos reían y hacían comentarios sobre sus escenas preferidas
de la película de acción que habíamos visto.
Estaba
sentado entre Mel y Nico. Mel tenía un curioso don, la Sinestesia, o capacidad
para aumentar cualquiera de sus cinco sentidos a placer mediante la
desactivación de los otros cuatro; así, podía ver cosas microscópicas, o “ver”
olores e identificarlos. O saber de qué están fabricadas las cosas con sólo
tocarlas. O escuchar conversaciones a bastante distancia. Era bastante útil a
veces todo eso, sobretodo si eras una cotilla como Mel, a quien le gustaba
estar enterada de todo.
Nico
tenía la capacidad de ver a través de los ojos de la gente, de esa forma veía
lo que estaban haciendo en primera persona, y también podía ver lo que rodeaba
a esa persona, como una visión en 360º de lo que rodeaba a esa persona. A veces
nos gastaba bromas y nos espiaba, para a continuación mandarnos mensajes por
WhatsApp diciendo cosas como: “Te veeeeooo” o derivados; entonces debíamos
dejar loquesea que fuera que estuviéramos haciendo y hacer cosas más normales. Maldito
pervertido. Pero era mi mejor amigo, así que poco podía hacer.
Por
último, estaban Rachel y Gustavo. Raquel, a quien llamábamos Rachel, poseía
cierto grado leve de empatía y además podía escuchar los pensamientos de la
gente. A juzgar por su pequeña sonrisa en los labios y la manera cómplice con
la que me miraba, habrá escuchado lo que pensaba sobre Nico, que era un
“maldito pervertido”; apuesto a que ella también está de acuerdo conmigo. Y
para finalizar, Gustavo. Poseía Hiperinducción, la capacidad de obligar a otras
personas a hacer lo que él les dijera a través del contacto visual directo. Por
eso casi siempre le obligábamos a llevar puestas gafas de sol cuando quedaba
con nosotros, como hacía justo ahora; así evitábamos que, en un descuido, nos
gastara alguna broma obligándonos a hacer algo en algún descuido en el que
habláramos con él mirándole a los ojos.
En ese
momento, decidí lanzarle una patata frita a Gustavo, que justo se coló en su
vaso de refresco, haciéndonos reír; a cambio me llevé un puntapié por su parte
y un insulto que no llegué a escuchar a causa de su propia risa. Todos volvimos
a nuestras hamburguesas, salvo Mel, que traía de casa su propio sándwich hecho
por ella. Desde que le dio por “inspeccionar” los componentes reales de estas
hamburguesas, decidió no volverlas a comer. Nosotros preferimos seguir
saturando nuestro organismo con esta comida.
Si
cualquier persona ajena a nosotros mirara hacia nuestra mesa, vería a un grupo
de chavales totalmente normales haciendo el ganso, para variar. Y nosotros
debíamos actuar como tales; bastante habíamos llamado la atención para ciertas
personas, lo que nos había hecho estar en peligro en varias ocasiones.
Todo
había comenzado cuando cada uno de nosotros, por causas diferentes y en fechas
diferentes, nos habían que tenido que hacer pruebas, unos por lesiones, otros
por problemas que ya tenían de antes, etc. El caso es que en las pruebas
siempre había algo que no quedaba del todo claro; cosas que no deberían estar
ahí, resultados de análisis de sangre u orina que daban cifras extrañas. E
incluso encefalogramas de Rachel mostraban partes de su cerebro que eran más
anchas, grandes, o incluso había más zonas de la cuenta. Rachel tenía cierto
grado de autismo, por eso desde hace unos años les hacen pruebas de ese tipo
para llevar un registro de su evolución, desde que cumplió los 15 años. Y
claro, cuando inspeccionaron su cerebro, vieron que no estaba como debería
estar.
Mandaron
todas nuestras pruebas a instituciones más cualificadas. Todo con autorización
de nuestros padres, inocentes ellos, ignorantes de las habilidades de sus
hijos, que tan bien se las teníamos escondidas. Dichas instituciones se
mostraron interesados en nosotros. Quizás demasiado. Comenzaron a acosarnos y a
insistir una y otra vez en hacernos pruebas, coger muestras de tejido,
mantenernos internos tan solo unos días para observarnos mejor y llegar a un
resultado científicamente posible. El primero en aceptar fue Javier, uno de
nuestros amigos. Cinco días más tarde nos llegó la noticia de que había muerto.
Eso ocurrió hace año y medio, tan solo seis meses después de que se interesaran
por nosotros. Desde entonces hemos sido lo más precavidos posible, nuestros
padres conocían nuestro secreto, y los que pudimos nos fuimos a vivir a
apartamentos independientes a nuestra familia. Debíamos ser invisibles. Rachel
aún era menor de edad y no la dejaron sus padres; a cambio, se mudaron y ahora
vivían en una de las zonas más apartadas de la ciudad, justo en el lado opuesto
a su anterior ubicación. Gustavo y Nico compartían piso con otro chico ajeno a
nuestro círculo de amigos, Mel vivía con una compañera de su carrera de Arte.
Yo vivía solo, y no había tenido problemas notables. Hasta esta noche.
Una
patata voladora que iba directamente hacia mí me sacó de mis pensamientos,
lanzada quizás por Rachel o Gustavo, no sé, sólo sabía que provenía de aquella
dirección. La desvié fácilmente sin siquiera tocarla, haciéndola caer sobre los
restos de sándwich de Mel. Ah, se me olvidaba decíroslo: mi don es la
Telekinesia. Qué original, ¿verdad?
Unos
quince minutos más tarde estábamos todos en la parada de autobús. Allí cogíamos
cada uno un bus diferente: Gustavo, Nico y Rachel cogían el mismo y luego se
separaban para ir a sus respectivos apartamentos. Mel y yo cogíamos el mismo, y
luego nos bajábamos en la misma parada. Ella cogía un nuevo bus que la dejaba
cerca de su casa, mientras que yo tenía que caminar un rato hasta llegar a la
mía. Nos despedimos de ellos mientras cogíamos nuestro bus, que llegó antes, y
más tarde, nos bajábamos en la parada, nos despedimos con un abrazo y un
“Cuídate”, y me alejé de la parada mientras me ponía los auriculares y encendía
el reproductor de música, para que no se me hiciera tan aburrido el camino a
casa.
Acababa
de girar una esquina, lo que me dejaba a escasos 50 metros del portal de mi
edificio, cuando noté que me vibraba el
bolsillo. Con la música, no me enteré del tono de llamada de mi móvil, y ahora
vibraba porque alguien me había dejado un mensaje. Lo saqué del bolsillo y abrí
el SMS. Era de Nico. Se me aceleraron las pulsaciones y se me secó un poco la
boca.
“No te gires y
acelera el paso. Llega cuanto antes a casa. Te están siguiendo”
Me
detuve por la sorpresa de leer aquello, hasta me quité los auriculares,
maldiciendo en voz baja. Seguramente Nico habría visto a través de mí mientras
iba en el bus, como siempre hacía con nosotros para comprobar que llegábamos
bien a casa, y habría advertido que alguien sospechoso me seguía. Y,
efectivamente, ahora que no escuchaba música, escuchaba el sonido de pisadas a
mis espaldas, cada vez más cerca. Y yo me había detenido. Mierda. Aceleré el
ritmo para compensar el tiempo que había estado quieto, y que le había
facilitado a mi persecutor la tarea de alcanzarme, y alcancé mi portal. Gracias
a Dios, acerté a la primera la llave en la cerradura y la hice girar para abrir
y meterme en el portal, dando un sonoro portazo y corriendo por las escaleras
hacia mi piso, el cuarto. Aquí si tuve más problemas. Miraba nerviosamente
atrás, a las escaleras, e incluso me asomé por el hueco de la escalera. Se veía
a una figura subiendo con demasiada rapidez las escaleras, a veces se la veía
como un ligero borrón. ¿Acaso era alguien con nuestras mismas “capacidades
especiales”? Y si era así, ¿por qué iban a por mí? ¿Es que trabajaban para
ellos?
Pero no
pude seguir haciéndome preguntas mucho más tiempo, ya que aquél individuo
alcanzó el cuarto piso y se lanzó hacia mí, haciéndome un corte superficial en
el costado con alguna clase de cuchillo o navaja. Desesperado por entrar en
casa, abrí los cerrojos de mi puerta con ayuda de mi habilidad, lanzándome
literalmente dentro de casa, y haciendo cerrar violentamente la puerta. ¿Estaba
a salvo del todo? Dudaba que una simple puerta pudiera detenerle ahora que
sabía dónde vivía. Aunque si su poder solo era correr rápido…
Apenas
pude mandarle un mensaje por WhatsApp a Nico avisándole de lo que pasaba, para
que avisara a Gustavo y se lo dijeran a los demás y vinieran a ayudar o ponerse
a salvo; pero no pude terminar de escribirlo y darle a Enviar cuando la puerta
salió disparada, totalmente desencajada de sus goznes y casi me aplasta de no
ser porque giré sobre mí mismo, rodando para apartarme de su trayectoria, que
acabó destrozando la mesa del comedor. Ahora, en la entrada de mi apartamento
donde debería haber una puerta, estaba el chico veloz y otro más, canijo y que
parecía poca cosa, pero que parecía que había lanzado así la puerta con tan
solo embistiéndola con el hombro. Y, para rematar la faena, llevaba una pistola
eléctrica en la mano, y sonreía igual que cuando un cazador acorrala a su
presa, victorioso.
Busqué
con la vista, desesperado, cualquier cosa que pudiera lanzarles para ganar
tiempo y poder escapar de allí, pero no se movía nada; mi telekinesis no parecía
estar por la labor de cooperar. ¿Por qué tenían que fallarme mis habilidades
cuando más las necesitaba? Siempre me fallaban un poco cuando no me concentraba
lo suficiente o estaba nervioso y claro, estando como ahora, al borde el
infarto, era comprensible... ¡pero completamente inútil!
En el
aparente lapso en lo que tardaba mi corazón en dar un latido, lo vi todo
ralentizado, quizás por la adrenalina en mi cuerpo. Vi cómo aquél enclenque
acentuaba su sonrisa mientras apretaba la pistola y lanzaba dos pequeñas agujas
unidas por un cable a la pistola, las dos directas a mí. Impotente, las sentí
clavarse en mi abdomen y me hacían sacudirme incontrolablemente a causa de la
potente descarga que me estaban dando, apretando fuerte los ojos y viéndolo
todo cada vez más blanco a través de mis párpados.
……..................................
Me
incorporé en la cama gritando, sintiendo aún un vano cosquilleo general y los
dos pinchazos de las agujas de aquella pistola en mi vientre, pero no tenía
nada. Sentía también un leve cosquilleo en el costado, donde me habían dado
aquél corte. Bañado en sudor, me levanté de la cama y salí al comedor,
asomándome al pasillo donde estaba la entrada. Ahí estaba la puerta, intacta,
al igual que la mesa del comedor. Solo había sido un sueño….Me pasé la mano por
el costado, me picaba la zona donde me habían cortado en el sueño. Y, al tocar
aquella zona, lancé un pequeño grito de dolor. Me levanté la camiseta. Tenía un
corte similar al del sueño, manchado de sangre seca toda aquella zona y hacia
abajo. La herida estaba cerrada, pero era muy reciente.
¿Sólo había sido un
sueño?
Esta bastante bien la verdad, me gusta. Pero lo que es la historia en si me es algo familiar... no se... puede que te hayas inspirado en alguna película o algo. Pero vamos que me ha gustado mucho, si sigues escribiendo vas a tener a una lectora fiel ^^
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