A veces deberíamos esforzarnos más por conservar a quienes nos quieren.
¿Piensas alguna vez en cuántas personas conocemos a lo largo de nuestras vidas? Formamos amistades, nos enamoramos, se rompen nuestros corazones, relaciones terminan, se crean distancias. Viajamos, cambiamos de dirección, cambiamos nuestras formas de pensar, desarrollamos sentimientos, perdemos interés, un ciclo continuo de amor y pérdida en formas distintas. Es la forma humana.
Los términos de relaciones, de cualquier ámbito, pueden ser brutales y cambiar tu vida, sí. Pero también hay relaciones que se pierden sin decir una sola palabra. Tal como dice Koty Neelis, son las amistades que has tenido por años con personas y que eventualmente llegan a un alto. No te das cuenta de que se han ido hasta que un día despiertas y recuerdas un momento agradable, y de repente te das cuenta de que no puedes recordar cuándo fue la última vez que hablaste con esa persona sobre algo significativo.
A veces pienso sobre el por qué pasan estas cosas, sobre por qué algunas personas permanecen como una parte fija de tu vida para siempre, mientras que otras existen tan solo por un corto tiempo, y algunos llegan y se van a lo largo de los años. Pienso sobre las personas que alguna vez consideré como mis mejores amigos y que ahora sólo recuerdo con unas frías ondas de nostalgia. Aún recuerdo la fecha de su cumpleaños, su restaurante favorito, lo que los calma y lo que los hace estar ansiosos, de la misma forma en que ellos me conocieron en algún momento.
Es un poco desalentador el pensar sobre las personas que hemos amado tanto y que hemos perdido con el tiempo, con las circunstancias. Me gustaría pensar que cuando amas a alguien, quien sea, ese amor tiene el poder de durar para siempre. Pero si eso fuera cierto, entonces ¿por qué podemos sentir cómo se desvanece?
Cuando pienso sobre las personas que se han alejado, sé que en mi corazón aún hay amor por ellos. Pero la diferencia entre entonces y ahora es que simplemente ya no es lo mismo. Quizás ese amor pudiese volver a existir si las cosas fueran distintas, si ambos ya hubiésemos crecido un poco, o si nuevamente estuviéramos en el mismo lugar, o si el momento nos permitiera volver a coexistir. Quizás entonces.
Quizás el problema es que ese amor nunca es suficiente. Nos expandimos, crecemos, nos volvemos versiones diferentes de nosotros mismos con el tiempo, y a veces las personas que hay en nuestras vidas no logran mantener el ritmo que llevamos. Los cambios se vuelven muy grandes o la distancia se vuelve demasiada, hasta que luego te das cuenta de que ya no recuerdas qué tenías en común con esa persona.
Cada relación tiene sus altibajos, sabemos que esto es cierto. Vivimos esto con amigos, con amantes, con parejas de muchos años, e incluso con familiares. Todo tiene su temporada, pero el impacto de la naturaleza cíclica de las relaciones a menudo puede durar por muchos años después del hecho.
No todas las personas con quienes nos crucemos en la vida se quedarán en esta para siempre, pero me gustaría pensar que, con cada persona que amamos, ya sea de forma romántica, platónica o filial, nuestra experiencia, nuestra capacidad de amar y de preocuparse por otras personas se expande. Nos muestra las formas en las que realmente hemos tenido éxito con otra persona, cómo hemos fracasado en mantener viva la conexión, y nos da datos para relaciones futuras.
Las personas que amamos pueden alejarse rápidamente hasta convertirse en extraños nuevamente, pero el corazón humano tiene una capacidad asombrosa para amar. Hay tantas formas en las que se llena y expande, se vacía y se dobla. Cada vez que sentimos que se rompe o que se fractura un poco más profundo, nos recuperamos con la fuerza para sentir nuevamente. Es la forma humana.
¿Piensas alguna vez en cuántas personas conocemos a lo largo de nuestras vidas? Formamos amistades, nos enamoramos, se rompen nuestros corazones, relaciones terminan, se crean distancias. Viajamos, cambiamos de dirección, cambiamos nuestras formas de pensar, desarrollamos sentimientos, perdemos interés, un ciclo continuo de amor y pérdida en formas distintas. Es la forma humana.
Los términos de relaciones, de cualquier ámbito, pueden ser brutales y cambiar tu vida, sí. Pero también hay relaciones que se pierden sin decir una sola palabra. Tal como dice Koty Neelis, son las amistades que has tenido por años con personas y que eventualmente llegan a un alto. No te das cuenta de que se han ido hasta que un día despiertas y recuerdas un momento agradable, y de repente te das cuenta de que no puedes recordar cuándo fue la última vez que hablaste con esa persona sobre algo significativo.
A veces pienso sobre el por qué pasan estas cosas, sobre por qué algunas personas permanecen como una parte fija de tu vida para siempre, mientras que otras existen tan solo por un corto tiempo, y algunos llegan y se van a lo largo de los años. Pienso sobre las personas que alguna vez consideré como mis mejores amigos y que ahora sólo recuerdo con unas frías ondas de nostalgia. Aún recuerdo la fecha de su cumpleaños, su restaurante favorito, lo que los calma y lo que los hace estar ansiosos, de la misma forma en que ellos me conocieron en algún momento.
Es un poco desalentador el pensar sobre las personas que hemos amado tanto y que hemos perdido con el tiempo, con las circunstancias. Me gustaría pensar que cuando amas a alguien, quien sea, ese amor tiene el poder de durar para siempre. Pero si eso fuera cierto, entonces ¿por qué podemos sentir cómo se desvanece?
Cuando pienso sobre las personas que se han alejado, sé que en mi corazón aún hay amor por ellos. Pero la diferencia entre entonces y ahora es que simplemente ya no es lo mismo. Quizás ese amor pudiese volver a existir si las cosas fueran distintas, si ambos ya hubiésemos crecido un poco, o si nuevamente estuviéramos en el mismo lugar, o si el momento nos permitiera volver a coexistir. Quizás entonces.
Quizás el problema es que ese amor nunca es suficiente. Nos expandimos, crecemos, nos volvemos versiones diferentes de nosotros mismos con el tiempo, y a veces las personas que hay en nuestras vidas no logran mantener el ritmo que llevamos. Los cambios se vuelven muy grandes o la distancia se vuelve demasiada, hasta que luego te das cuenta de que ya no recuerdas qué tenías en común con esa persona.
Cada relación tiene sus altibajos, sabemos que esto es cierto. Vivimos esto con amigos, con amantes, con parejas de muchos años, e incluso con familiares. Todo tiene su temporada, pero el impacto de la naturaleza cíclica de las relaciones a menudo puede durar por muchos años después del hecho.
No todas las personas con quienes nos crucemos en la vida se quedarán en esta para siempre, pero me gustaría pensar que, con cada persona que amamos, ya sea de forma romántica, platónica o filial, nuestra experiencia, nuestra capacidad de amar y de preocuparse por otras personas se expande. Nos muestra las formas en las que realmente hemos tenido éxito con otra persona, cómo hemos fracasado en mantener viva la conexión, y nos da datos para relaciones futuras.
Las personas que amamos pueden alejarse rápidamente hasta convertirse en extraños nuevamente, pero el corazón humano tiene una capacidad asombrosa para amar. Hay tantas formas en las que se llena y expande, se vacía y se dobla. Cada vez que sentimos que se rompe o que se fractura un poco más profundo, nos recuperamos con la fuerza para sentir nuevamente. Es la forma humana.
Hola.
ResponderEliminarEn mi opinión cada persona aparece en nuestras vidas para algo en concreto, para enseñarnos algo. Algunos para enseñarnos algo en concreto (las que se van) y otras miles de cosas (son las que siempre permanecen).
Nos leemos, me gustó mucho esta entrada ^-^