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Electrodependencia


Hoy he estado prácticamente todo el día sin luz en mi casa. Concretamente, de 15 a 23, a causa de un error por parte de la compañía eléctrica que, en un intento de arreglar a todo el bloque la luz, dejó sólo mi casa sin luz. Creo que no he pasado un día más aburrido en toda mi vida; al menos que recuerde.

Sin tele, sin Internet (al menos por conexión Wi-Fi), sin videojuegos y, lo que más me dolióSIN MOVIL. Porque pude usarlo las dos primeras horas tras el apagón, pero claro, usándolo y además abusando de la conexión 3g, llegó un momento en el que el móvil dijo “vas a abusar de tu madre, y me dijo: “¡Uy! Me queda un 8% de batería, jódete perra (Bueno, no me lo dijo realmente, no llego a tal grado de locura. Pero imagino que eso es lo que me hubiera dicho si los móviles hablaran o si yo no me hubiera tomado la medicación).

Y es que el ser humano depende demasiado, repito, DEMASIADO, de la electricidad. Porque a ver, ¿cómo haces la comida, si dispones de vitrocerámica, que a su vez ésta funciona con LUZ? ¿O cómo te duchas a oscuras? Bueno, lo he intentado, dejando una mierda de linterna fuera de la ducha, en el lavabo. Acabó cayéndose. El techo lo veía perfectamente (que por cierto, hay que pintar el techo), pero el resto NO. Y no me agrada demasiado ducharme a oscuras. No puedes ver la tele ni jugar a maquinitas ni usar el ordenador. Porque quizás tu portátil tiene la batería en condiciones (a diferencia del mío, que dura menos que un caramelo en un patio del recreo); pero claro, la batería te durará ¿cuánto? ¿Una hora? ¿Quizás dos? ¿Y qué harás cuando se te acabe la batería y tu pantalla se apague, al igual que tu deseo de seguir en alguna red social o jugando a Los Sims? Que recurres al móvil. Y como expliqué antes, también acabará muriendo, y debes dejarle con la suficiente batería para que te dure encendido sin usarlo hasta que vuelva la luz, que no sabes cuándo será.

Así que estás tirado en el sofá o la cama, amargado de la vida, y se te enciende una bombillita. ¡Claro! ¡Los libros! Vas a leer por fin después de muchicientos meses sin coger un libro, y matar el rato. ¡Pero no! Porque cuando has leído X número de capítulos, estás de pasar páginas y leer palabra tras palabra hasta el mismísimo toto maloto. (En mi caso, estaba ya de Harry Potter hasta las narices).

Y claro, te enfadas con el mundo, y te cagas en la leche que mamaron los de la compañía eléctrica. ¿Y qué haces? Te resignas y te cruzas de brazos, tirado en el sofá amargado de la vida, y te comes las uñas. Y luego miras a tu cuarto, y te entra la vena limpiadora y organizadora, además de energías renovadas. Y mueves muebles, o reordenas los libros de tu estantería, o tus CDs, ¡o lo que sea! Por tal de hacer algo. Pero, de tanta emoción, has tardado 0,2 segundos en hacerlo todo y te quedas sin hacer nada. Y entras en un bucle infinito hasta que de repente, Dios (o Sevillana, la compañía eléctrica) dice: “¡Hágase la luz!. ¡Y te falta tiempo para ir corriendo a coger tu portátil, cargar el móvil, encender la tele y, si hace falta, poner el aire acondicionado! Y tú ya eres feliz. Te metes en Twitter, en Tuenti, en los juegos de Facebook, en MSN, en RedTube (cada uno tendrá sus gustos y preferencias, ¿no? Ahí yo ya no me meto porque son cosas privadas vuestras. Guarretes)
Aaaay, el vicio, ¡¡el viciooo!! Que nos tiene a todos enganchados a la electricidad como una droga. Pues nada, yo ya he soltado mi pequeño monólogo y me he quedado más a gusto que un arbusto. Espero vuestros comentarios para corroborar que tengo razón; no quiero ser el único dependiente de esta adicta y electrizante droga.

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