Cuando nos transformamos, no dejamos de
hacerlo nunca. Cambiamos. No completamente, pero nos adaptamos más o menos a nuestra
nueva forma o a nuestros nuevos sentimientos. Lo más difícil en este proceso natural es dejarse
llevar y permitir que ocurra. Hay un momento y un lugar para cada cosa. Un
momento en la vida para ser alguien, y luego una vez pasado, una oportunidad
para transformarse en alguien más. Y, si tenemos suerte, hay también un momento
para amar a una persona, y transformarse en una persona amada.
A veces deberíamos esforzarnos más por conservar a quienes nos quieren. ¿Piensas alguna vez en cuántas personas conocemos a lo largo de nuestras vidas? Formamos amistades, nos enamoramos, se rompen nuestros corazones, relaciones terminan, se crean distancias. Viajamos, cambiamos de dirección, cambiamos nuestras formas de pensar, desarrollamos sentimientos, perdemos interés, un ciclo continuo de amor y pérdida en formas distintas. Es la forma humana. Los términos de relaciones, de cualquier ámbito, pueden ser brutales y cambiar tu vida, sí. Pero también hay relaciones que se pierden sin decir una sola palabra. Tal como dice Koty Neelis, son las amistades que has tenido por años con personas y que eventualmente llegan a un alto. No te das cuenta de que se han ido hasta que un día despiertas y recuerdas un momento agradable, y de repente te das cuenta de que no puedes recordar cuándo fue la última vez que hablaste con esa persona sobre algo significativo. A veces pienso sobre el por...
Comentarios
Publicar un comentario